Con la educación auditiva podemos despertar la sensibilidad del niño, su sentido estético, la agudeza de oído, iniciarlo en el conocimiento de los elementos de la música, responder a estímulos sonoros, educar su voz... Para conseguirlos, es recomendable utilizar la música en su totalidad, de sonido y forma, con los elementos y aspectos que la integran, ejercitar la atención y la memoria, los reflejos auditivos y motrices. Podemos contar con audiciones de canciones y música grabada, entre otros aspectos. La audición de canciones también nos puede acompañar en la realización de actividades plásticas y corporales.
Esta educación va a permitir desarrollar una serie de conocimientos en el niño, como son: el sonido (timbre, intensidad, altura, duración, acento, compás...), el silencio, la diferenciación entre la música cantada o sólo tocada con instrumentos, la iniciación al cálculo a través de agrupaciones (el niño puede diferenciar si tocan muchos o pocos instrumentos, si cantan muchas o pocas voces)...
Los ejercicios sensoriales son el punto de partida de la educación del ritmo y de la formación musical. Por lo tanto, se debe trabajar con el niño para que vaya consiguiendo el ritmo de una forma gradual a través del movimiento, la expresión del cuerpo, la canción, los juegos musicales... Podemos utilizar instrumentos corporales y musicales para desarrollar el ritmo en los niños.
Las canciones son la forma más viva, fácil y espontánea de practicar la música. Desde los más elementales tarareos infantiles hasta las más elaboradas formas, las canciones ofrecen al niño un sinfín de posibilidades de expresión musical.
La educación musical está íntimamente relacionada con: la educación sensorial, motriz y corporal (esquema corporal y lateralización), espacio – temporal, atención, memoria, afectividad, expresión corporal, educación del gusto y de la estética... Por eso es tan importante la globalización en esta etapa educativa.
Una canción o una música bien ritmada puede servirnos para organizar unas formas en el espacio que los propios niños pueden inventar. Cuando danzamos coordinamos los gestos y movimientos anteriores en grupo, formando círculos, danzas de parejas, líneas que se cruzan...
Las actividades de expresión son la base para la vivenciación e interiorización musical y los mejores contextos donde se pueden aplicar los conocimientos y las experiencias musicales que se han adquirido. Con ellas se potencia la expresión musical en sus distintas manifestaciones:
1. Expresión vocal. Dentro de estas actividades podemos desarrollar juegos con las palabras, frases, trabalenguas, imitar y reproducir sonidos de nuestro entorno, interpretar de forma individual y grupal un repertorio variado de canciones...)
2. Expresión instrumental. Jugaremos con instrumentos naturales, objetos del entorno y de pequeña percusión, acompañaremos con instrumentos las canciones aprendidas en clase.
3. Expresión corporal y del movimiento. Son actividades de exploración del espacio, adaptación de los movimientos del cuerpo al ritmo de una melodía que escuchamos, acompañamiento con gestos de las canciones o la interpretación sencilla de danzas.
Las actividades de representación son aquellas que se refieren al ámbito de la representación gráfico – plástica de la música y de sus elementos, de forma que los niños tienen un primer acercamiento a los códigos de comunicación musical. Suponen un marco adecuado para plasmar el grado de comprensión de los sonidos y sus parámetros. Ejemplos de dichas actividades son: representación gráfica de diferentes sonidos, realización de dibujos para expresar lo que nos sugiere una melodía, expresión de pequeños mensajes sonoros, dictado de sonidos...
Fuente: www.filomusica.com
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